Hoy, hemos asistido al último esperpento mediático de los defensores de la tortura animal con la presencia de un personaje patético, Ortega Cano, en uno de los programas estrella de las televisiones españolas.
Las frases antológicas que Ortega Cano ha dejado para la posteridad, “si no fuera por los toros muchos animales se comerían los unos a los otros» y “la tauromaquia ingresa el 1,5 del poder bruto«, explican, claramente, el paradigma exacto de la gran cultura que representan los “matadores” dentro de lo que es “la fiesta nacional”.
Pero, más allá de la fúnebre, sombría, triste y dolorosa constatación de lo que representa culturalmente la tauromaquia, sería más importante que nos fijáramos en las ayudas y subvenciones que reciben: La Fundación Altarriba (defensa de los derechos de los animales) publicó, en 2007, un cálculo que refleja las subvenciones para las corridas de toros en España y que agrupadas en varios conceptos y modos de asistencia de las administraciones alcalzanla cifra de 564 millones de euros. El Grupo Abolicionista de la Tauromaquia ofreció, en 2010, una suma similar de 550 millones y el PACMA, en 2011, elevaba la cifra hasta los 600 millones de euros.
Estas estimaciones globales no incluyen los subsidios que se conceden para la cría de toros bravos y de crianza que en la Unión Europea, el año pasado por ejemplo, representó 130 millones de euros al año de los impuestos de todos los europeos en ayudas a este tipo de ganadería dentro de la Política Agrícola Común (PAC), incumpliendo además la misma PAC que obliga a los ganaderos a cumplir los requisitos de bienestar animal. El propio Reglamento (CE) nº 1782/2003, en virtud del cual se concedieron millones de euros destinados a la tauromaquia, establecía que los ganaderos que no respetasen las exigencias en materia de bienestar animal serían excluidos del beneficio de la misma. La normativa sobre bienestar animal excluye a los animales destinados a participar en actividades culturales, ya que es imposible cumplir con estos requisitos, debido al maltrato explícito al que son sometidos los toros en dichas actividades. Normativa que se incumple con el apoyo mayoritario de los parlamentarios europeos de los grupos populares y socialistas (con algunas excepciones).
Como ejemplo valgan las palabras de Arias Cañete que, el 21 de mayo de 1996, siendo él eurodiputado y portavoz popular de agricultura en el Parlamento Europeo, defendía las subvenciones europeas diciendo: “el toro de lidia es una raza autóctona ibérica, objeto de una estricta selección genética cuya pureza salvaguarda el Ministerio de Agricultura. Este tipo de ganado es criado sobre 600.000 hectáreas de pastos verdes que, si no fuera por este uso, estarían condenadas a la desertización”. A lo que añadió en un encendido elogio de la carne de la res brava, que esta “está totalmente libre de hormonas y anabolizantes”. Su alegato concluía que la exclusión de los toros de lidia de las subvenciones agrarias “sería totalmente discriminatoria e injusta”. No explicaba que él mismo se beneficiaba de estas ayudas ampliamente, pues su mujer Micaela Domecq es copropietaria de una de las ganaderías taurinas más conocidas del país, la de Jandilla.
Por tanto, más allá de la fantochada de Ortega Cano y del desatino de llamar cultura a la tortura, está el negocio de unos cuantos miembros de la casta económica española y la constatación del despilfarro y la dilapidación de nuestros impuestos, una vez más, por parte de la Unión Europea de Merkel que, en vez de dedicarse a solucionar los problemas vitales de las personas, se dedican al beneficio del negocio puro y duro por más cruel que sea.